En lo que
respecta a mí, Mortimer podían haberle faltado dientes, apestar terriblemente o
tener ridículas facciones. Podía haber sido uno de esos empollones flacos que
están constantemente temblando porque no tienen la grasa suficiente para
mantenerse abrigados. Podía haber sido uno de esos gordos flácidos cuyo
vestuario consistía únicamente en ropa de deporte porque es de un tejido más
elástico. Pero no, Mortimer no respondía a ninguno de estos tipos. Tenía una
belleza un tanto madura para su edad. Llevaba una perilla fina que enmarcaba
sus carnosos labios rosados. Se cortaba siempre el pelo muy corto, casi al cero
pero no del todo. Tenía miedo de que si se lo cortaba todo sentiría demasiado
frío en la cabeza y se resfriaría; como si eso tuviera algo que ver. Era
corpulento y fuerte por naturaleza. Su constitución intimidaba a aquellos que
no le conocían bien. Su voz era profunda y de tonos bajos, tanto que a veces
resultaba imposible entenderle. Hoy sería un partidazo para aquellos que
encuentran esos atributos particularmente atractivos. Pero ninguna de esos
atributos me interesaba a mí. El era mi amigo, casi un hermano.
Nos conocimos
en la escuela secundaria, en el sexto curso para ser exactos. Sus padres se
mudaron a nuestra pequeña ciudad desde el otro lado del estado. La primera vez
que entró en el aula todas las chicas susurraron y él les devolvía una
sugestiva sonrisa. No parecía darse cuenta de su atractivo. Yo también le
miraba pero no porque compartiese el mismo sentimiento de las chicas porque en
aquel entonces no me atraía demasiado el sexo. Lo que sí sentía era una
atracción hacia todo lo nuevo. Quise conocerle antes de que cualquiera de esas
horrorosas estudiantes se lo llevara para sí.
Después de
clase me di cuenta de que hacía la misma ruta que hacía yo para ir a casa. Me
presenté y le informé de que estábamos en la misma clase. Me dijo que ya me
había reconocido y que se había percatado de que le miraba. Eso me produjo
cierta sorpresa y por un momento me quedé mudo, sin saber qué decir. Nunca fui
bueno para hablar por hablar. El sintió mi incomodidad y decidió romper la
tensión:
- ¿Tienes
descendencia árabe o algo así?
- No, soy
afroamericano. Imagino que se podría decir que soy negro. De cualquier modo,
prefiero que me llamen Marcus.
Soltó una
carcajada tan molesta que hubiera jurado que estaba ensayada de antemano. Nadie
entendió nunca mi humor y él no era una excepción.
- Supongo que
son tus ojos. Y tu nariz es recta y fina. La mayoría de los negros tienen la
nariz redonda y grande…
- ¿Tipo la
tuya?
Ahora le
tocaba a él sentirse incómodo.
- Bueno, yo no
soy negro, soy dominicano.
- Ah, me
alegro. Tu madre debe de sentirse muy orgullosa.
- ¿Te estás
refiriendo a mi madre?
No parecía tan
enfadado como dolido.
- No, no estoy
hablando de tu madre. La mencioné mientras recalcaba el hecho de que pareces
pensar que ser dominicano te exime de tener cualquier tipo de descendencia
africana y está claro que la tienes.
Se detuvo y me
miró. No creo que nadie nunca le haya hablado de este modo antes.
- Bueno, sí…es
decir…Supongo que hay algunos negros en mi familia pero yo soy diferente. Mi
gente es diferente.
- Sí, todos
somos diferentes en la medida en que creemos que somos importantes.
- ¿Eres un
empollón, no?
- Totalmente.
Y también soy diferente (lo dije en tono de burla)
Lo más lógico
era que me hubiera mandado al infierno o a tomar por el culo pero, en lugar de
eso, estalló en otra estruendosa carcajada de nuevo.
- Eres un
capullo, eso me gusta. ¿Te gustan los videojuegos?
- ¿Has
olvidado que soy un empollón?
Entre unas
cosas y otras me encontraba ya en casa de Mortimer jugando a videojuegos. Sus
padres eran amables pero muy tradicionales. Tan pronto como crucé el umbral de
la entrada su madre me hizo llamar a la mía para dejarle saber dónde me
encontraba. También invitó a mi madre para tomar un café en su casa y así, de
paso, conocerse.
- Estoy seguro
de que vienes de una buena familia teniendo en cuenta la ropa que llevas y tu
amabilidad.
La única
respuesta que le di fue un “gracias”. Mortimer y yo jugamos con la consola
durante horas y después me fui a casa a cenar. Me pidió mi número de teléfono
antes de salir de su habitación. Después de eso nos hicimos buenos amigos. De
hecho, fue absorbido por una de esas chicas populares pero nuestra amistad se
mantuvo intacta. Yo no era el chico más popular pero solía caer bien a mis
compañeros más que nada porque no era demasiado malo para los deportes y porque
pensaban que vestía bien, así que el hecho de que andara conmigo no era un
motivo de rechazo.
Pronto fue
conocido en la escuela y el vecindario como el “gigante bueno”. Ya a los doce
años tenía la misma altura que algunos adultos pero no usaba esa ventaja para abusar
de los demás. Venía de una familia que vivía pidiendo permiso y dando las
gracias constantemente y eso se notaba. La única vez que le vi violento fue
cuando alguien se metió con uno de sus amigos.
Durante el año
escolar tuve una salida interesante. Estábamos estudiando un tema de salud
(reproducción sexual, para ser exactos) y el profesor, como la mayoría de
maestros de escuela elemental, nos lo enseñaban de una manera generalizada. Se
pasó la clase repitiendo las palabras “tú” y “todos”. Me aburría inmensamente.
Mientras Mortimer tenía la reputación de ser muy cortés y un poco tímido, yo la
tenía de ser cortés pero también asertivo. Incluso hoy en día no entiendo cómo
la señorita Johnston decidió hacerme la siguiente pregunta:
- Marcus,
¿cuál es la mejor manera de formar una familia? ¿Tener hijos y casarse o
casarse y tener hijos después?
- No creo que
ninguna de las dos sea buena idea.
La señorita me
dirigió una mirada de cansancio, una mirada que no estaba dispuesta a lidiar
con mis bobadas. Podría haberme ignorado pero continuó:
- ¿Qué te hace
decir eso? ¿No quieres casarte y tener una familia cuando seas mayor?
- Realmente
no. En primer lugar, casarse es como un contrato que garantiza que dos personas
van a disfrutar, vamos a decir, dos años de felicidad y al tercer año o así las
cosas toman otro rumbo tanto sea por parte de la mujer como por la del
hombre…Normalmente, el hombre caerá en un estado de apatía en el que añorará su
vida anterior de soltero. En primer lugar, quizás porque nunca creyó realmente
en el matrimonio pero se casó porque todo el mundo le decía que era lo que
tenía que hacer. Esa es la razón por la cual la esposa tendrá que soportar la
infidelidad del marido y algún que otro maltrato que normalmente es emocional
pero otras veces es físico. Pero no es algo que me interese mucho porque yo
nunca me casaré.
- Vamos,
Marcus (risa nerviosa), todo el mundo quiere casarse. Un día encontrarás la paz
con una hermosa mujer y formarás una familia.
- No, no creo
que eso vaya a suceder nunca (pequeña pausa) Todos en esta clase se la pasan
hablando sobre qué chica les gusta excepto yo. Creo que no me gustan las chicas
en esta clase, ni siquiera en esta escuela. No estoy diciendo que me guste
algún chico aquí pero estoy seguro de que algún día me gustará uno.
Estalló un
incómodo murmullo en la clase parecido al murmullo que le sigue a cuando
alguien se ha tirado en clase un estruendoso pedo. Pero este murmullo era
incluso peor. La fetidez de mis palabras era incluso peor. El profesor se quedó
boquiabierto mientras que los murmullos se intensificaban. No le quedo otra
opción al profesor que la de simular que me ignoraba y continuar la lección.
El jefe de
estudios llamó a mi madre esa misma noche y le hizo saber lo preocupado que
estaba por mí y se preguntaba si algo me estaba sucediendo en casa. Mi madre le
aseguró que todo estaba bien. Pero aún así, el jefe de estudios insistió en que
deberían convocar una reunión con el director de la escuela. La reunión
transcurrió de la siguiente manera:
Mi madre y yo
fuimos convocados en la oficina donde nos sentaron y nos hicieron esperar a que
llegara el jefe de estudios y el director. Mi madre y yo nos sentamos frente a
frente. Podíamos oír al jefe de estudios y al director discutiendo la manera en
la que abordarían la cuestión. Mi madre me dijo en voz baja:
- ¿Estás
seguro de que no estás haciendo esto para llamar la atención? Te compraré la
bicicleta BMX para tu cumpleaños si eso es tan importante para ti.
- Mamá, estoy
seguro. He aceptado hace tiempo el hecho de que encuentras las bicicletas BMX
demasiado caras. Es posible que frente a toda una clase no sea el mejor lugar
para aceptar mi sexualidad pero a veces descubrimos cosas y las decimos en voz
alta.
- Uhm…Bueno,
te dije que te quiero de todos modos. Tu padre lo está aceptando poco a poco.
Por lo menos ya no llora.
- Es un
adelanto.
El jefe de
estudios y el director entraron en la sala intentando ocultar su grave
preocupación con sonrisas lo que les daba un aspecto de cliché.
- Qué alegría
verla, Sra.Coles –dijo el director-
- Sí, es
realmente agradable –el jefe de estudios repicó-
- Igualmente.
Si pudiéramos saltarnos los preámbulos e ir al grano sería mucho mejor para
todos. ¿Qué es lo que ha hecho mi hijo exactamente?
- Bueno,
exactamente no ha hecho concretamente nada malo –dijo el director- pero hizo
unos comentarios que nos preocupan un tanto.
- Si se trata
de la homosexualidad de mi hijo –dijo mi madre- es algo que ya sé.
- Oh, eso es
maravilloso –añadió el jefe de estudios de manera condescendiente- Ustedes dos
deben de tener una relación estrecha y muy especial.
- Mi madre no
me agobia, quiere que yo sea independiente, pero sí, me quiere así como mi
padre. Nunca me ha puesto una mano encima aparte de alguna que otra inocente
colleja cuando no obedezco pero no lo llamaría a eso maltrato. Yo diría que mi
homosexualidad tiene más que ver con mi naturaleza que con mi educación o falta
de ella, como están intentando insinuar –aclaré-
- Cariño, los
adultos estamos hablando, cállate.
- Su hijo es
muy inteligente. Parece ser muy maduro para su edad. Quizás demasiado maduro.
- Siempre ha
sido así. Lee mucho. No puedo quitarle los libros de las manos –declaró mi
madre-
- ¿Podemos
pedirle al chico que salga de la sala un momento? –preguntó el jefe de
estudios-
Salí de la
sala y me senté en una de las sillas del recibidor. No podía oír lo que decían
pero pude intuirlo. Probablemente le estaban preguntando a mi madre si estaba
sucediendo algo inusual en mi casa, si habían notado algo raro en mi
comportamiento, las típicas preguntas detectivescas que por ley están obligados
a formular. Mi madre salió de la sala probablemente molesta y me dijo que nos
íbamos a casa, que por hoy era suficiente. Un trabajador social se presentó en
casa y prácticamente entrevistó a todo el mundo que hubiera pisado nuestra
casa. Huelga decir que no encontraron nada fuera de lo común, así que nos
dejaron en paz.
Cuando regresé
a la escuela, todo el mundo sabía de mi. Los compañeros me miraban como si
tuviera en todo momento un moco en la nariz pero Mortimer me trató del mismo
modo de siempre. Seguimos caminando juntos a casa todos los días y jugábamos
igualmente tanto en su casa como en la mía. Su madre nos observaba más de cerca
cuando iba a visitarle a su casa. La habitación de su casa tenía que permanecer
siempre abierta durante toda mi estancia. Los chicos probablemente pensaron que
Mortimer y yo nos estábamos enrollando pero nadie tenía las agallas para decírnoslo
a la cara. Mortimer aparentaba ser un adulto y yo tenía la lengua de un adulto.
En general, no tuve ningún otro tipo de percance para salir del armario hasta
que algo sucedió un día.
Timmy era un
chico que fue a mi escuela pero casi no iba a mi escuela. Solía dejarse ver
antes de que le acechara un peligro o antes de ser expulsado para siempre.
Nunca fui de su agrado pero lo disimulaba cuando estaba yo delante. Supongo que
ese era el respeto general que infundía en el resto de la clase. Tan pronto
como se enteró de que yo era mariquita, sintió que era una maravillosa
oportunidad para expresar sus verdaderos sentimientos. Mortimer tuvo un breve
encuentro con el profesor después de las clases y yo no tenía ganas de
esperarle, así que me fui solo. Vi que Timmy se encontraba de pie en medio del
descampado. Incluso desde lejos pude discernir esa expresión en sus ojos que
decía: “Te pillé, cabrón” Mi padre me dijo una vez que los abusones se
alimentan del miedo, así que continué mi camino mientras su imagen crecía de
tamaño a cada paso. No me quitó la vista de encima ni un momento y cuando me
tenía al alcance me aparté un poco para pasarle de largo.
- Oye,
maricón, ¿adónde crees que vas?
Imaginé que
todos los abusones usan el mismo guión. Nadie les acusó nunca de ser creativos.
De cualquier modo, no respondí y continué caminando porque me hice a la idea de
que no hablaba conmigo.
- ¡Jamás te
alejes de mí cuando te estoy hablando, marica!
Esas fueron
las palabras con las que empezó a golpearme. Me golpeó una y otra vez durante
un buen rato. Para cuando estaba ya en el suelo me di cuenta de que se trataba
de una pelea. Me levanté y me puse en guardia, igual que mi padre me había
enseñado a hacer. Intenté recordar cómo cerrar los puños. Me golpeó una vez
más, creo que más fuerte que las veces anteriores. Eso se estaba poniendo feo.
Un grupo de niños nos rodeó. Esta vez no me tumbó, me mantuve firmemente sobre
mis pies. Ahora estaba ya listo para pelear. Por fin, pensé.
De repente,
Timmy pareció levantarse del suelo. Al principio pensé que estaba planeando
algún tipo de ataque de esos que sólo se dan en las películas, pero no. Vi que
Mortimer tenía agarrado a Timmy por detrás, abrazándole desde la espalda para
inmovilizarle. Mortimer le dio tres vueltas y lanzó a Timmy como si fuera un
disco. Fueron probablemente sólo unos pocos metros pero parecía que le hubiera
lanzado a kilómetros de distancia. Y así es como la historia se iría propagando
desde aquel día. Una vez que Timmy tocó suelo se levantó inmediatamente y
empezó a llorar. Se fue corriendo, casi ahogándose con sus propias lágrimas.
- Joder,
¿estás bien? –preguntó Mortimer mientras me venía al encuentro-
- ¿Te refieres
a mi? Estoy bien. Casi ni me ha tocado. Nunca me he peleado con alguien antes
–dije mientras la sangre me corría por la nariz y por los labios-
- Ya lo veo
–dijo Mortimer-
Fuimos a la
casa de mi madre y me estuvo observando mientras me limpiaba. Al tiempo que mi
madre me lavaba mis heridas, se encontraba lanzándole insultos al director por
teléfono. No era de las que dicen “gilipollas” a menudo pero en esta ocasión se
hizo una ardiente excepción.
Una vez mi
madre me adecentó un poco, mi amigo y yo fuimos a mi habitación. Encendí la
consola de juegos haciendo ver que nada había sucedido. Mortimer me miró con
gran pesar en su cara.
- ¿Por qué le
dijiste a todo el mundo que eras gay?
- No lo sé.
¿Necesitamos siempre tener una razón para todas las cosas que hacemos?
- ¡No empieces
con tu palabrería barata! ¡Dime sólo por qué!
Hice una
pausa.
- Leí un libro
una vez…era sobre homosexuales de los años cuarenta. Básicamente eran
entrevistas. Hablaban de cómo tuvieron que mentir durante años y seguir
mintiendo para que nadie supiera de su condición. La mayoría declararon que la
mentira empezó en la escuela. Yo no quise pasar por todo ese proceso. Prefiero
que la gente sepa ahora que soy marica en lugar de tener que lidiar con
preguntas estúpidas del tipo: ‘¿Qué chica te gusta?’ o, ‘¿A qué chica te vas a
llevar a pasear?’ No quería llegar a mentir hasta el punto de casarme con una
mujer que nunca iría a satisfacerme sexualmente sólo por mantener las
apariencias.
- Pero te
estás definiendo sólo con una cosa y tú eres más que un gay. Ahora ya nadie va
a querer saberlo.
- Sólo los
idiotas no lo harán. Así es, me he ahorrado la carga de tener que seleccionar.
- Pero tú eres
un buen tipo, eres mi amigo…-dijo Mortimer antes de hacer una pausa-
- Y tú no
quieres que nadie me haga daño.
- Eso es.
- Pues estoy
bastante seguro de que, por lo menos hoy y en los meses venideros, nadie se va
a meter conmigo. Te han cogido miedo ahora. Mientras tanto, puedes enseñarme
defensa personal.
- Bueno,
uhm…está bien. Mejor que empecemos pronto porque no voy a estar ahí siempre
para defenderte.
- Lo sé. De
hecho tú te casarás y crearás una familia.